octubre 11, 2017

APRENDAN MUCHACHOS


 En este tiempo en que estamos,
en que tan fácil se olvida,
dejando correr la vida
sin saber ni donde vamos;
es justo nos detengamos
un instante a meditar,
y entremos a reflexionar
sobre costumbres de ayer,
hoy debemos aprender
para mañana enseñar.

Aprender muchachos de ahora
nuestras bellas tradiciones
y a nuevas generaciones
transmitirles sin demora;
lo viejo ha de ser aurora
en los días que vendrán,
auroras que inundarán
el alma del colorido
de costumbres que se han ido,
pero que muertas no están.

Para ello hay que revivir
el amor patrio primero,
inequívoco sendero
que los debe conducir;
amen, no dejen morir
lo que les dará expansiones,
amen como aman los leones
la selva en que han nacido,
¡que no sé si sus rugidos
no son amantes canciones!

Una guitarra encordada
jamás les debe faltar,
pues ella alcanza a llegar
al alma en toda jornada;
que no haya nadie ni nada
que la pueda ensombrecer,
y está en ustedes hacer
que brille y que vibre más,
porque no ha de ser la jazz
la que la haga enmudecer.

Lo nativo hay que inculcar,
tomarlo sagradamente,
con la fe con que el creyente
se acerca al pie del altar;
y hasta en el aula escolar
debía ser obligación
enseñar el pericón,
danza de música bella,
para que deje una huella
de Patria en el corazón.

Aprendan nuestras canciones
que nunca causan desdoro,
ellas son el hilo de oro
que bordan las tradiciones;
tengan algunas nociones
de la doma, esquila, yerra,
descubran lo que se encierra
en los trabajos camperos,
¡no parezcan extranjeros
estando en su propia tierra!

Por eso, aprendan siquiera
los que estén en ese ambiente,
y podrán ser exponente
de sabiduría campera;
sepan lo que es la mancera
y el timón del arado,
lo que es el pelo colorado
distingan del doradillo,
cuándo es sabino el tordillo,
qué es rabicano manchado.

En éste país que ha sido
cuna de gauchos camperos
y que en tropillas y aperos
hubo lujo desmedido;
casi ha desaparecido
lo que aquí estoy recordando,
y en los que se vienen criando
en los trabajos del suelo...
¡hay quien no conoce el pelo
del pingo que está motando!

Aprendan a conocer
campos, haciendas, cereales,
pastos y cosas rurales
que han hecho el país florecer;
¡y no olviden el deber
en que están de repudiar
al que en vez de trabajar
viene de algún suelo extraño,
como embajador del daño
a corromper y agitar!

La reacción será lograda,
pero tras lucha constante,
con el Himno por delante
que es la patria condensada;
y sin más arma ni espada
que patrióticos ideales,
soldados espirituales
sean para defender...
¡muros que quieren caer
se sostienen con puntales!
Gualberto Marquez

MI TROPILLA

En la estancia "El Ensueño"
fue su encanto y maravilla,
una mentada tropilla
que seleccionó mi empeño.
Fui yo, sin jactancia, el dueño
de esa tropilla que fuera
la mejor que conociera
el pago de mis pasiones
y había allí sin pretensiones
del pelo que usted pidiera.

Tuve un zaino y un lobuno,
un moro y un colorao,
un bayo, un blanco, un tostao,
un overo y un cebruno,
pero mejor que ninguno
aquél bagual pangaré,
que yo mesmo lo amansé
y tan bueno me salió
que el día que se murió
de pena casi lloré.

Tuve un pampa y un tordillo,
un gateao, un rabicano,
un azulejo, un ruano,
un manchao y un doradillo,
entre ellos tuve un rosillo
que rematé en el poblao,
que sin haberlo aprontao
le gané siendo contrario,
al pingo del comesario
que naides le había ganao.

Tuve un overo rosao,
un alazán, un picazo,
que pa cualquier tiro'e lazo
nada mejor he encontrao.
Un malacara bragao,
voluntarioso y seguro,
y pa salir de un apuro
huyéndole al alboroto,
tuve un overo poroto,
un tobiano y un oscuro.

Tuve un tordillo sabino
como pescao pa nadar,
baquianazo pa cruzar
arroyo con remolino.
Como luz en el camino
muchas veces lo apronté,
muchas carreras gané
y el día del baile una moza,
del pago la más hermosa
el bagual le regalé.

¡Ah!, todo ha terminao
en mi enlutada tapera,
no hay ni una garra siquiera,
bozal, riendas ni recao.
Sólo un matungo prestao
suelo andar en ocasiones,
ya ni canto en los fogones,
mis alegrías se fueron:
y mis caballos murieron
igual que mis ilusiones.


FOTO TROPILLA ESTABLECIMIENTO LA LUCILA

Si fuera compositor

Si nunca fui cuidador
no es porque me hayan faltao
recursos pa ser mentao
como soy de payador.
Si no fui compositor
de renombre en el "metier"
la experiencia me ha hecho ver
que al caballo hay que amansarlo,
y con paciencia enseñarlo
antes de echarlo a correr.

Nunca lo deje porfiar
pa'l lao que él quiera dar vuelta
tornelo de rienda suelta
pa así no hacerlo enojar.
Acostúmbrelo a mirar
de frente en el partidero,
y pa no hacerlo mañero
no lo apure si es fogoso
pa que mansito y mimoso
aprienda a ser parejero.

Y ha de darme la razón
el que continuo ha cuidao
que caballo a campo criao
no quiere mucho galpón.
Con paciencia y con tezón
echo mis observaciones,
que si un pingo en sus acciones
en partida en falso estriba,
seña es que afloja de arriba
o es duro de los garrones.

Más verde y rocío ha de dar
cuando el grano no le quiebre
pa preservarlo'e la fiebre
y no dejarlo empachar.
Contémplelo al racionar
si el maiz seco no estuviera
y por si no lo sufriera
buena es que aprenda y se acuerde
que mucha cebada verde
lo aluna y le da ventera.

Y sabe cualquier chambón
sin que nunca haiga cuidao
porque a caballo apestao
se tiene a media ración.
Pero es otra la cuestión
frente a un chapino maceta,
aunque le encebe la grieta
puede aflojar de otro lao,
de la cuerda, del candao,
del nudo o de la paleta.

Oserve pacientemente
cuando algún floreo le da
la acción y la voluntád
que le nota al día siguiente.
Si gordo y pesao lo siente,
la energía no le meye,
despacio, no lo atropelle,
al tranco y al trote alcanza
métale al agua la panza
y dejeló que resuelle.

Cuanto más corto es el trecho,
más firme será el trabajo,
que el que ligeria de abajo
viene a ganar más derecho.
Al trabajarlo en repecho
no ha de servirle pa nada,
dele temple en la pisada
que pique y corra parejo,
que el repecho no es más lejos
pero acorta la brazada.

Mucho cepillo y rasqueta
le da escosor en el cuero,
ni es pa todo parejero
el morral ni la trompeta.
Tiene más de una receta
que analizar el que cuida,
si un comilón la comida
la babosea inapetente,
suele dolerle algún diente
o dolerle alguna herida.

Cuando lo note erizao
como si tuviera frío,
olfateándole el vacío
perezoso y desganao,
caminelo desmontao
con maniador del bozal,
que al irselo yendo el mal
oservándolo con celo
va a conocer por el pelo
el estao del animal.

Si cuando lo sacudió
a prenderle los cartuchos,
liviano y corriendo mucho
a su parecer lo vio,
consúltelo con el relós
si es con el tiempo ladino,
ta' de acuerdo con su tino
córralo con fe y confianza
que el amor y la esperanza
se juegan en el camino.

El tiempo con la experiencia
es quien sazona las cosas,
las hace claras y hermosas
llenas de luz y de ciencia;
mi vocación y mi creencia
me hicieron poeta y cantor
pero con el mismo amor
que pongo en lo que más quiero
cuidaría a mi parejero
si fuera compositor.

RUMBO ABIERTO

Rumbo abierto el de los dos,
mi guitarra compañera,
andando siempre a mi vera
para que encuentre la voz.
Guitarra que tierna sos
como plumón en el nido,
si los acordes te pido
cuando me siento cantor,
es por saberte el dulzor
porque hay miel en tu sonido.

Cuando me fundo en tu abrazo
y abro en la voz la garganta
sonora tu caja canta
porque recorro tu brazo.
Los dos en un solo lazo
decimos en un mismo acento
y porque en el aire siento
tu madera, digo ya:
no se que boca tendrá
tan perfumado el aliento.

Árbol ayer donde el viento
guitarreaba en el ramaje
en vos revive el paisaje,
convertida en instrumento.
El prisionero me siento
de tu cordaje que enreja
y a la vez libre me deja
cuando bien por mal pagás
y la nota exacta dás
al tironearte la oreja.

junio 14, 2017

Gurises- de Tacuruses

Gurises (Del libro Tacuruses)

Cuasi siempre los pare una sirvienta
que también nació así, como los gatos,
en un catre arrumbrao y color mugre
o en el suelo nomás, arriba'e trapos.

Dispués, en un cajón, negriando'e moscas
el chupete sin leche, sucio y agrio,
aprienden poco a poco que de nada
en la vida'e los pobres sirve'l yanto.

Y se quedan cayaos horas enteras,
mordiendo sus piesitos y oservando
a la madre, que va de un lao pal otro
con su olor a fregones y a trabajo.

Cuanto saben gatiar ya precipean
a juirse a los galpones y a los patios,
y áhi se crían, lambidos por los perros
y comiendo imundicias con los chanchos.

De jugar cuasi nunca tienen tiempo.
Muy lejo'en lejo', cuando viene a mano,
paran rodeo a una tropiya'e güesos
o arman alguna boliadora'e marlos.

Y apenitas aprienden'andar solos
y aguantarse'n el lomo de un cabayo,
ya'stán entreveraos con la pionada,
pagándose'l pirón y los andrajos.

¡Asina los he visto en las estancias
de portera a candao y de güen pasto,
and'entr'hileras de alambraos tirantes
lustran el anca los noviyos chatos!

Don Juan el Zorro La truqueada

La truqueada (de "Las Aventuras de Juan El Zorro"

Mientras trotaba aquel domingo rumbo a la pulpería del Tatú, donde se había dado cita con el Tigre, el Lobo y el Carpincho, a fin de truquear un rato, Juan el Zorro iba maquinando la forma de burlarse del prepotente felino y ganarle de paso algunos pataconcitos, que buena falta le hacían, pues andaba poco menos que en harapos y necesitaba comprarse urgentemente botas, bombacha, poncho y otras prendas de vestir, para esperar bien pertrechado el invierno que ya se aproximaba.
Después de reflexionar en silencio largo rato preguntó al Ñandú, que como siempre servíale de pingo, y que acuciado por la insaciable voracidad que lo caracterizaba sólo pensaba en llegar cuanto antes a destino, con la esperanza de poder echarse alguna cosa al buche.
-¿Sabés jugar al truco, Patas Largas?
-¡Di ande, hermano! A la escoba'e quince, y gracias. Y eso mesmo porque me la enseñó la patrona cuando yo ricién había agarrao el nido, pa que no me aburriese demasiado de estar tanto tiempo quieto.
-¡Si serás pajuate! Un juego tan lindo y tan criollo como el truco y nunca haberte dao por aprenderlo. ¡Eso es indigno de un oriental, canejo!
-Vos pensás de ese modo porque tenés alma'e timbero, Juancito. Pero pa mí me resulta mucho más entretenido andar picoteando alguna cosita por ahi que perder la salú y el tiempo en las carpetas.
Ya iba el Zorro a contestarle un disparate, fastidiado de verlo tan insípido, cuando lo desviaron del tema unos chillidos desesperados que procedían de un pajonal cercano. Y al aproximarse a averiguar la causa de ellos, vió una enorme culebra de las llamadas parejeras, que reptando sigilosamente avanzaba hacia un pequeño Ratón ya hipnotizado por sus malignos ojos, con el siniestro propósito de engullirlo.
Sin vacilar un segundo, Juan enarboló su rebenque y le gritó al ofidio en tono amenazador:
-¿No tenés lástima de ese pobre bichito, desalmada? ¡Déjalo en paz y mandate a mudar de aquí en seguida si no querés que te encaje una paliza!
Al oír tales palabras, la Culebra
cambió al punto de rumbo sin chistar siquiera, desapareciendo velozmente entre el albardón de pajas donde tenía su cueva.
Entonces el Ratón, aún tembloroso a causa del mayúsculo susto recibido, se dirigió hacia Juan para expresarle su agradecimiento y ponerse por entero a las órdenes de tan providencial salvador.
El Zorro, luego de restarle importancia a la gauchada que le acababa de hacer, preguntóle si sabia jugar al truco. A lo que contestó sin titubear el roedor, ya recobrado totalmente su aplomo:
-¿Cómo no viá saber, amigo, siendo oriental legítimo como soy? Y hasta me tengo por uno de los mejores trúqueros de este pago, aunque me estea mal decirlo.
-Pues entonces pronto tendrá ocasión de pagarme el favor que le empresté, compañero. Suba en ancas y vamos pa la pulpería, que yo por el camino le diré lo que usté tiene que hacer. Y hasta es posible que, si lo hace bien, se gane algunos riales pa comprarse un poco'e queso, tocino, o cualquier otro'e sus manjares predilectos.
Sin aguardar que le repitieran la invitación, trepóse ágil el Ratoncillo por una de las patas del Ñandú y se enancó con Juan.
Y mientras el zancudo reanudaba la marcha a un trote más ligero, árido por recuperar el tiempo perdido en la incidencia del camino, dió el Zorro minuciosas instrucciones a su protegido, que vivaracho como era, pronto comprendió el diabólico plan en el cual habría de ser el mismo actor principalísimo.
Cuando Juan entró en la pulpería ya lo estaban esperando el Tigre y sus compinches, con quienes habíase confabulado de antemano el Overo para ganarle al truco de cualquier manera, aun a costa de trampas. El Carpincho, que sería el compañero del Zorro, incurriría en toda clase de chamboneadas, comprometiéndose hasta a negar alguna flor, si fuera necesario, y recibida por su colaboración un tercio de las ganancias obtenidas.
Luego de los saludos de rigor, sentáse Juan en la rueda. Pero antes de comenzar a dar cartas dijo el Tigre:
-El truco, como todos los juegos, señores, es mucho más divertido cuando se juega por plata, ¿no es verdá? Estoy seguro de que usté, compadre Carpincho, que es un criollo taura, no se va a andar achicando por peso más o menos que le puedan ganar en la carpeta. Y lo mesmo puedo decir de Juancito, que a más de su reconocida liberalidá es un truquero mentao, capaz de sacudirse mano a mano con el propio Mandinga y no dejarlo hacer baza ni con el dos de la muestra. ¿Qué les parece entonces si jugamos cada partido a cinco patacones por cabeza?
-Yo, por mi parte, acepto la propuesta de compadre Tigre -respondió el Carpincho mientras liaba cachazudamente un cigarro.
Y el Zorro, luego de echar una furtiva ojeada hacia el tirante, desde donde el Ratoncito -que habíase encaramado allí sin que nadie lo advirtiera- le hacía graciosos guiños de inteligencia, expresó también su conformidad diciendo:
-Y yo no viá ser menos que mi compañero. Baraje y déame a cortar ese mazo, don Tigre, que estoy desiando alivianarle el cinto.
Hizo el aludido lo que se le pedía y el juego comenzó, seguido y comentado animadamente en todas sus incidencias por el Lagarto, el Carancho, el Chimango, y demás parroquianos habituales de la pulpería.
Desde las primeras de cambio, Juan se puso a improvisar versitos ingeniosos, que los mirones celebraban con estentóreas risas, lo cual iba poco a poco agriando el humor del Tigre, siempre envidioso de cualquier éxito que no fuera el suyo.
Deslizándose veloz por encima del tirante, el Ratón se desplazaba de uno al otro extremo, a fin de "orejear" sucesivamente las cartas del Overo y del Lobo y hacerle luego las señas respectivas a su cómplice, que dominando de esa manera el juego aceptaba o rehuía los envites, los retrucos y las contraflores, según su conveniencia, alardaando en cada oportunidad del buen "palpite" con que la Providencia
habiale dotado.
En cierta ocasión tocóle en suerte al felino una flor integrada por el dos, el "perico" y la "perica". Y satisfecho por tan magnífico obsequio del azar quizo a su vez lucirse con un verso, al tiempo que se "achicaba" para esperar el desafío de sus adversarios:

Flores de todo tamaño
en el mundo conocí,
pero por humilde y chica
prefiero la del bibí.

Juan, que tenía casualmente en su poder el cuatro y el cinco de la muestra acompañado de un siete, lo que formaba también una flor de cuarenta y cuatro puntos, al igual que la del Tigre, contestó con otro verso:

Todas las flores me gustan
y a ninguna he preferido;
me basta con la que tengo
pa decir: con flor envido!

Al Overo le temblaron los bigotes al oír aquellas palabras. Y echándose hacia atrás en el asiento gritó, seguro de su triunfo:
-¡Contra flor el resto, maula!
El Zorro miró el tirante, fingiendo meditar, y advirtió que el Ratoncillo le hacía desesperadas señas para que no aceptara el reto. Arrojó entonces sobre la mesa sus cartas y dijo muy campante:
-Ya ve, don Tigre: le disparo con cuarenta y cuatro. Es un palpite, ¿sabe? Como usté es mano y lo veo tan resuelto, me ha dentrao el chucho. Si es de chambón esta aflojada, mi compañero me sabrá disculpar...
Furioso al ver que el contrario se le había escapado, y que además mofábase de él, el Tigre vació de un trago su copa y le pidió otra al pulpero.
Al cabo de un ratito "echó una falta con negras" solamente. Y el Zorro, que lo sabía por su aliado, aceptó el desafío y le ganó con sólo veintidós puntos, aprovechando que el Lobo y el Carpincho se habían "ido a baraja".
Esto indujo al felino a seguir empinando el codo con mayor frecuencia, perdido ya por completo el contralor de sus nervios.
En otra oportunidad en que el Overo intentó "mentir" de nuevo, llegó Juan a darse el lujo de ganarle el "valecuatro" con el as de copas contra un rey. Y así sucesivamente fuéle infligiendo derrota tras derrota y enardeciéndole con bromas cada vez más picantes, que los espectadores no cesaban de aplaudir.
Ya muy borracho y con la sangre hirviendo, levantóse al fin el Tigre, pagó el montón de pesos que acababa de perder y se dirigió al palenque, donde su pingo "Rejucillo" lo aguardaba piafando con impaciencia. Pero antes de montar oyó la voz de Juan que le gritaba, entre grandes risotadas:
-¡Mal pal juego, bien pal amor, don Tigre! ¡Consuélese pensando en ese viejo dicho! ¡Y si otra vez truquea por plata eche un vistazo p'arriba'e cuando en cuando, porque si es cierto que las paredes tienen oídos, suelen también tener ojos los tirantes!...

Simplicio Bobadilla Partes de don Menchaca

Inventario General (del libro “Los partes de Don Menchaca “)

"Puntas del Arrayán Chico, enero 15 de 1895.

Señor Gefe Político y de Polecía del Deto., Sarjento Mallor don MerejildoToranza.

(Mano Propia y Urjente)

(Atensión de mi tocallo Segundo Montero)

Mi siempre apresiado Usía:
Buelto a mi costante y eficaz atibidá autoritaria, luego del disfrute de la meresida lisensia de un año y pico que Usía tubo a bien consederme, a fin de que pudiera recobrar alguna parte de las presiosas enerjías gastadas en el cumplimiento de mi fatigosa labor autoritaria, la primera probidensia que me mobió a tomar mi acrisolada anrradez fué la efectuar un imbentario y balanse jenneral de esistensias, con el sañado propósito de berificar si el patrimoño gobernatibo a mi cargo se había conserbado esento de malbersasiones inlísitas durante mi sensible ausensia, pues no conosiendo los antesedentes alministratibos de mi sostituto enterino, el segundo de la de la otaba sesión don Atenor Robales, cullo apelatibo, dicho de sea de paso y en confianza, susitaba justificables reserbas a este milico biejo, si me permite Usía la bulgar espresión, estaba desidido a ebitar entrepetasiones malebolentes para el caso de que, en un futuro benidero, se descubriera alguna irregularidá en el aserbo de los sagrados bienes patriarcales que este serbidor custodea con selosa y encorrupible desensia.
Tomada la resulusión susodicha, el suscrito ordenó a su culto escribiente don Esmeraldo Zipitrías, funsionario de basta preparasión en materia de guarismos finansieros, o sea de números matemáticos, como también puede desirse en nuestra rica idioma orientala, que fuese hasiendo recuento de los bienes muebles e inmuebles de esta comisaría, tarea en la que coperó con berdadero espírito de sacrifisio el guardia sibil Ponciano Silvera, cebándonos mate a deshora, para que no nos faltase el tradisional estímulo de la berde y sabrosa enfusión criolla mientras emnbstíamos la difísil tarea, que se efetuaba, por supuesto, bajo mi competente diresión superbisoria.
Del resultado de la misma surjió la ebidensia de que los bienes inmuebles aquí esistentes no han padesido bajas, conserbándose todos ellos encólumes. No así los bienes muebles, por desgrasia, pues entre otras menudensias falta un entegrante del personal humano, que lo es el guardia sibil Loreto Cuello, y otro del personal caballar, que lo es un semobiente ballo, marca del Estado, animal de toda mi estimasión, no despresiando a nadies, y que luse allá en él, mismo sobre la tabla del pescuezo, una sicatriz de lanza otenida en la última patriada en que sebimos juntos. Faltan también el tumbero de cargar leña y otras bacatelas que no quiero enumerar por no fatigar a Usía.
Asegún se desprende de mis abiriguaciones pribadas, el sussodicho guardia sibil está para la frontera del Brasil, a donde lo embió el segundo Robales a buscar un contabando de su pertenensia, que condusiría finjiendo haberlo quitado, habiéndose llebado en tal micción al enfeliz semobiente para utilizarlo como bítima propisatoria, o sea como carguero. Del Behículo faltante no he tenido notisias hasta la fecha, aunque me disen que Robales lo fletó para el pueblo con una carga de sándias y otros cereales natibos, probenientes todos ellos de su chácara particular, que no ssé cómo pudo alquirir con el sueldito de mala muerte que tiene.
or lo espuesto resolbí dar de baja del imbentario los efetos mensionados y poner a Usía en conosimiento del hecho, a fin de que tome las probidensias que mejor le parezcan.
Sin más lo abraza campechanamente su fiel subalterno y correlijionario que aprobecha esta buena proporsión para embiarle por el portador y tocallo, hombre reserbado y de asoluta confianza, las dos damajuanas de caña prometidas.
A ruego del Comisario don Segundo Menchaca, por no saber firmar:
ESMERALDO ZIPITRIAS, Escribiente".

Simplicio Bobadilla- Partes de don Menchaca

Pelea entre finados (del libro “Los partes de Don Menchaca “)

"Puntas del Arrayán Chico, mallo 31 de 1895
Señor Gefe Político y de Polecía del Deto.,
Sarjento Mallor don Merejildo Toranza.

(Mano propia y urgente)

Apreciable Usía:

Después de saludarlo con la conmiseración y el afeto de costumbre, paso a desirle que el motibo primojénito del presente parte subalterno es el de elebar a las superiores bías autoritarias de su conosimiento un suseso de apariencias delitibas que tubo lugar hoy, 31 del que luse, y del cualo partisiparon, por riguroso orden de enclusión en la nónima que de los mismos me dino suministrarle iso fato, dos serdos de fileación picazos, pertenesientes ambos dos al seso nuestro, o sea el masculino, una perra bulldosa cullo pelaje resulta muy difísil de presisar, aunque el suscrito es de la opinión de que tira más bien a amarronsado que a canela, como sostiene el cabo Barragán, y los respetibos dueños de dichos inrrasionales, que lo eran los finados besinos sesionales don Emérito Clavijo, q.e.p.d., y don Prudensio Casares, q.e.p.d. tamién, pues no porque haiga cometido el error de renguear de la otra pata, como se dise bulgarmente, o sea en lenguaje plebello, y de acompañar de cuerpo presente barias sulevasiones contra el lijítimo gobierno nasional que tan dinamente representamos en el Deto. yo y usté, modestia aparte, boy a darle un trato distinto que al otro finado, que fué siempre un correlijionario de ley, ya que como Usía no inora, la justisia deve ser pareja como el sol, que cuando sale lo hase al unísono para todos, asegún es público y notorio en cualisquier latitú de este balle de lágrimas que en el lenguaje bulgar se conose por tierra.
Bolbiendo al grano del hecho motibante, hágole saber que la causa habiente del mismo fué una embasión sobretisia de los presitados porsinos de don Emérito a la chácara de don Prudensio, cullos alambrados lusen un pésimo estado de conserbación, dicho sea de paso.
Bista la susodicha embasión de fueros patrimoñales por el finado doliente, éste les chumbó a los serdos la ya tamién presitada perra buldosa, la cuala, a pesar de la natural espantosidá propia de su raza que luce en las facciones del rostro, respondía al cariñoso nombre de "Bonita". Entonses la feroz y embrabesida perra se avalanzó sobre los otros dos inrrasionales y los condujo a colmillazo limpio hasta el mismo patio de la bibienda particular y pribada de su difunto dueño, que al alvertir semejante atropello manoteó el rebólber 44 que jamás se le caía de la respetiba sintura - porque era un hombre con barias muertes en su haver y tenía que cuidarse, por supuesto -, y le cerrajó tres tiros simultaños y consecutibos a la "Bonita", infrinjiéndole, allá en ella, otras tantas eridas mortorias en la caja del cuerpo.
Oyó el finado Prudensio las detonasiones, bió caer iso fato a su anegada y fiel perra, y ato continuo se le fué al humo al otro finado, o sea a don Emérito, esgrimiendo una filosa daga con la cuala, asegún las mentas, acostumbraba el canalla a degollar a nuestros correlijionarios murimundos después de las oméricas rellertas cibiles que han enlutado tantas beses los campos de nuestra amada patria potestá.
El resultado de tan biril encuentro fue que ambos los dos ribales calleron para siempre en el mismo lugar de la topada, bítimas de sus endómitos corazones criollos, que los arrojaron el uno contra el otro ábidos de homisidio y de naturales deseos de benganza resíproca.
En bista de que ya todo otro prosedimiento autoritario resultaba bano, dado el mortorio fin de los causantes, el suscrito resolbió entregar a los respetibos dolientes los esánimes cuerpos del delito, a fin de que les diesen por su propia cuenta la sepoltura de rigor.
Lamentando no tener mas nobedades de bulto que comunicarle, me despido subalternamente de Usía, a quine Dios conserbe muchos años la salú y el puesto.
A ruego del Comisario don Segundo Menchaca, por no saber firmar: Esmeraldo Zipitrías, Escribiente.