arriando por esas huellas,
me han de velar las estrellas,
la mansa luz del lucero.
Que no pare el guitarrero,
que no se esconda el porrón,
que nadie junto al fogón
lamente mi oscura suerte,
si al fin y al cabo en la muerte
descansará el corazón.
Si cavan mi sepultura
en rasa tierra sufrida,
quiero volver a la vida
siendo árbol en la llanura.
Entonces en la negrura
de mi muerte sin dolor
milagro se hará en la flor
del arbolito coposo
y en el trinar melodioso
del pajarito cantor.
Después, con años de olvido,
pasada mi primavera,
seré la dura madera
del tronco viejo y curtido.
Y en madera convertido
arriero de largo andar
alguno me ha de cortar
pa’ hacer la cruz de otro muerto,
y en el fogón del desierto
serviré para alumbrar.
GENTILEZA: GERARDO RUIZ BARREIRO
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