mayo 22, 2012

LA LOCA DEL BEQUELO- RAMON DE SANTIAGO

En la enramada de un rancho viejo
Nido de gauchos cerca del Yí,
Guitarra antigua, tierna lloraba
La triste historia que escribo aquí:
- ¿Sabéis paisanos, por qué ando errante
Entre estos bosques de Bequeló?
Me llaman Loca, pero es mentira:
Es que no tengo ya corazón...
Venid, paisanos, venid conmigo;
Diré mi historia junto al fogón.
¿Veis mis cabellos? Eran muy negros
Más que las alas del cuervo...más...
Están muy lacios...tan blancos...blancos...
Como las flores del arrayán.


¿Veis estos ojos? ¿No tienen vida?
Pues antes puros como el cristal,
Fueron dos luces que se encendieron
En una aurora del Uruguay.
Tristes mis labios son amarillos
Como corteza del butyhá;
¡Ay! Los tenía rojos y alegres
Como el penacho del cardenal.
Allá en la loma como un calvario
Veréis ruinas y un triste ombú;
Fueron mi cuna, fueron mi estancia,
Fueron mi nido verde y azul.
Cuando yo muera, clavad, paisanos,
Bajo aquel árbol mi humilde cruz;
Que allí murieron mis dichas todas;
Allí he perdido mi juventud.
Tenía un esposo que ardiente amaba
Y un hijo bello que era mi Dios.
¡Ah que contenta perdiera el cielo
Si yo pudiera ver a los dos!
Una mañana... !Maldita sea!
Cuando esta guerra se pronunció,
Mi esposo tierno ayyy me dio un abrazo,
Llorando mucho su hijo besó,
Pálido el rostro, tomó su lanza,
Montó a caballo triste, y partió.
Aún me parece lo ven mis ojos
En lejanas lomas, haciendo ¡Adiós!
¡Ay! Mis paisanos, en ese día
Perdí un pedazo del corazón...


Pasaron meses, pasaron años,
Llorando siempre, siempre peor
Cuando una tarde que al hijo amado
De mis entrañas contaba yo
Del pobre padre, que no volvía,
La ausencia larga, su último adiós.

Cruzando campos llegó un sargento,
De su caballo se desmontó,
Y al  rayo solo de mi esperanza
Estas palabras le dirigió:
¿Ves esta lanza? Fue de tu padre;
Por la divisa bravo murió,

Tómala y vamos, no te demores,
Que en las cuchillas se oculta el sol.
Llorando mi hijo me dio un abrazo,
Montó a caballo triste, y partió.
¡Ay! Mis paisanos, en esa tarde
Quedó mi pecho sin corazón.


Ya van dos veces que las torcasas
Dulces arrullan en el sauzal,
Y los boyeros, cantando alegres,
Cuelgan sus nidos del ñandubay;
Pero no he visto más a mi hijo
Desde esa tarde negra y fatal.
Allá en la loma como un calvario
Veréis ruinas y un triste ombú:
Cuando yo muera, clavad paisanos,
Bajo aquel árbol mi humilde cruz.


Esa es la historia que en la enramada  
De un rancho viejo cerca del Yi
sobre las cuerdas estremecidas de una guitarra
llorando vi y al escucharla con honda pena
mi labio trémulo triste exclamó

¡Ay! Cuántas locas habrá en mi patria
Como la loca del Bequeló!

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