Cuento de Jose María Obaldía de “Veinte mentiras de
verdad”
Los domingos, de
mañana temprano, con distintos rumbos y destinos, la gente abandonaba la
estancia vieja. La cocina, entonces, quedaba tapera, ya que don Brígido, que
excepcionalmente salía, no entraba en ella. Hacía su trabajo de “guasquero” y
luego mateaba en el galpón o afuera, bajo la fresca sombra de un molle de las
sierras, según fuera el tiempo. Pero, a veces, no todos salían. Es que no
habiendo una diversión especial, estaban siempre el monte y el río, cercanos y
generosos, donde se podía pescar, churrasquear, pitar y hasta echar una siesta
bajo una fresca sombra.
-¡Te echás panza
arriba a pitar y sos un jefe!
-¡Panza arriba y
panza llena!
Y con esa
perspectiva en su inmediato futuro, ese
domingo, cálido y luminoso, estaban junto al río en distintas funciones. Además
del pitar que no interfiere con ninguna. Eustaquio lavaba sus ropas; Margarito
había tirado los aparejos.
-No sé para qué
trajiste esas líneas. A estas horas no pican ni los mosquitos.
-El buen pescador
pesca a cualquier hora. Y si no pican lo mismo zambullo y salgo con ellos
abrazados.
-Ah, sí...como el
pariente de don Telmo que cazaba pato bajo el agua.
Se recordó y
festejó en general el cuento de don Telmo con detenciones en los aspectos más
salientes.
-¡Y era meta atar
patitas el loco viejo!
-¡Y estaba lo que
quería abajo el agua!
Don Brígido
estaba en la lidia del asado. En apariencia indiferente a la conversación pero
siempre atento y listo para hacer su entrada.
-Bueno, pa’
marguyir y aguantar bajo el agua yo tengo un pariente que no es manco. Un
cuñado. Casado con Manuela, mi hermana.
-Pero mire que el
primo de don Telmo, estuvo media hora lo menos.
-A mi cuñado no
le sacaron tiempo. Pero se nadó lo menos dos leguas bajo el agua. De Paso de
Píriz a Vergara, si no hay dos leguas por el arroyo Parao, no hay menos.
-¿Dos leguas bajo
el agua? ¿Y...por una jugada?
-No señor. Por un
bagadú. Mi cuñado estaba pescando y por un bagadú se hizo la prueba.
-¿Cómo fue, don
Brígido?
-Bueno. Por el
pique él vio que era una bagadú que es pescado muy cabortero. Le tironeaba
cortito sin disparar. Y cuando sacaba la línea estaba el anzuelo pelado. Ansina
estuvo un rato. Erró como cuatro mosquetes, hasta que al final se calentó.
Encarnó, se desnudó y tiró el aparejo.
-¿Y para que se
desnudó? ¿Por cábula?
-Ahora van a
ver...El bagadú empezó a tironear despacito y mi cuñado le dio piola. Volvió a
tironear y otra vez le dio piola. Y Ansina hasta que se le concluyo la línea.
Entonces, cuando el bagadú tironeó otra vez, mi cuñado se tiró al agua,
zambulló y tocaron los dos rumbo a Vergara. Siempre en el mismo tombo: el
bagadú tironeaba y mi cuñado nadaba. Los dos despacito. Y Ansina fueron rato
largo.
-¡Qué lo peló al
cuñado! ¡Está pa’ la risa el pariente de don Telmo!
-Repente mi
cuñado le cambió la vuelta al bagadú. Empezó a nadar más ligero y a írsele por
la línea. Ansina otro rato. Hasta que ya estaba con ganas de aflojar. Pero es
hombre de mucho capricho y se aguantó y siguió arrimándose por la piola.
Repente, cuando ya creía que estaba cerquita del bagadú, lo agarró una
correntada fuertaza debajo del agua.
-Remolino, tal
vez.
-Qué remolino si
era por derecho. Y cada vez mas fuerte
la correntada. Mi cuñado ya se estaba jaboneando, hasta que en una...lo
encandiló la luz de golpe y cayó de cabeza en una pileta machaza que había en
el hotel de Vergara. Había entrado en los caños del agua corriente del pueblo.
La suerte que abrieron la canilla. Si no se muere ahogado entre el caño. ¡Abrazado con el bagadú
cayó..!!!
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