enero 19, 2013

FAUSTO- 3A PARTE AL FINAL- ESTANISLAO DEL CAMPO

- III -

-Vea los pingos...
-¡Ah hijitos!
Son dos fletes soberanos.
-¡Como si jueran hermanos
bebiendo la agua juntitos!
-¿Sabe que es linda la mar?

5

-¡La viera de mañanita
cuando agatas la puntita
del sol comienza a asomar!
Usté ve venir a esa hora
roncando la marejada,

10

y ve en la espuma encrespada
las colores de la aurora.
A veces, con viento en la anca
y con la vela al solsito,
se ve cruzar un barquito

15

como una paloma blanca.
Otras, usté ve, patente,
venir boyando un islote,
y es que trai a un camalote
cabrestiando la corriente.

20

Y con un campo quebrao
bien se puede comparar,
cuando el lomo empieza a hinchar
el río medio alterao.
Las olas chicas, cansadas,

25

a la playa agatas vienen,
y allí en lamber se entretienen
las arenitas labradas.
Es lindo ver en los ratos
en que la mar ha bajao,

30

cair volando al desplayao
gaviotas, garzas y patos.
Y en las toscas, es divino,
mirar las olas quebrarse,
como al fin viene a estrellarse

35

el hombre con su destino.
Y no sé que da el mirar
cuando barrosa y bramando,
sierras de agua viene alzando
embravecida la mar.

40

Parece que el Dios del cielo
se amostrase retobao,
al mirar tanto pecao
como se ve en este suelo.
Y es cosa de bendecir

45

cuando el Señor la serena,
sobre ancha cama de arena
obligándola a dormir.
Y es muy lindo ver nadando
a flor de agua algún pescao:

50

van, como plata, cuñao,
las escamas relumbrando.
-¡Ah Pollo! Ya comenzó
a meniar taba: ¿y el caso?
-Dice muy bien, amigaso:

55

seguiré contandoló.
El lienzo otra vez alzaron
y apareció un bodegón,
ande se armó una runión
en que algunos se mamaron.

60

Un Don Valentín, velay,
se hallaba allí en la ocasión,
capitán, muy guapetón,
que iba a dir al Paraguay.
Era hermano, el ya nombrao,

65

de la rubia y conversaba
con otro mozo que andaba
viendo de hacerlo cuñao.
Don Silverio, o cosa así,
se llamaba este individo,

70

que me pareció medio ido
o sonso cuanto lo vi.
Don Valentín le pedía
que a la rubia la sirviera
en su ausiencia...
-¡Pues sonsera!

75

¡El otro que más quería!
-El Capitán, con su vaso,
alos presentes brindó,
yen esto se apareció
de nuevo el Diablo, amigaso.

80

Dijo que si lo almitían
tamién echaría un trago,
que era por no ser del pago
que allí no lo conocían.
Dentrando en conversación,

85

dijo el Diablo que era brujo
pidió un ajenco y lo trujo
el mozo del bodegón.
"No tomo bebida sola,"
Dijo el Diablo: se subió

90

a un banco, y vi que le echó
agua de una cuarterola.
Como un tiro de jusil
entre la copa sonó
y a echar llamas comenzó

95

como si juera un candil.
Todo el mundo reculó;
pero el Diablo sin turbarse
les dijo: -" no hay que asustarse,".
Y la copa se empinó.

100

-¡Que buche! ¡Dios soberano!
-Por no parecer morao
el Capitán jue, cuñao,
y le dio al Diablo la mano.
Satanás le registró

105

los dedos con grande afán,
y le dijo: -"Capitán,
pronto muere, crealó."
El capitán, retobao,
peló la lata y Luzbel

110

no quiso ser menos que él
y peló un amojosao.
Antes de cruzar su acero,
el Diablo el suelo rayó:
¡Viera el juego que salió!...

115

-¡Qué sable para yesquero!
-¿Qué dice? ¡Había de oler
el jedor que iba largando
mientras estaba chispiando
el sable de Lucifer!

120

No bien a tocarse van
las hojas, creameló,
la mitá al suelo cayó
del sable del Capitán.
"¡Éste es el Diablo en figura

125

de hombre! el Capitán gritó,"
y al grito le presentó
la cruz de la empuñadura.
¡Viera al Diablo retorcerse
como culebra, aparcero!

130

-¡Oiganlé!...
-¡Mordió el acero
y comenzó a estremecerse.
Los otros se aprovecharon
y se apretaron el gorro
sin duda a pedir socorro

135

o a dar parte dispararon.
En esto Don Fausto entró
y conforme al Diablo vido,
le dijo: -"¿Qué ha sucedido?"
Pero él se desentendió.

140

El Dotor volvió a clamar
por su rubia, y Lucifer,
valido de su poder,
se la volvió a presentar.
Pues que golpiando en el suelo

145

en un beile apareció,
y don Fausto le pidió
que lo acompañase a un cielo.
No hubo forma que bailara:
la rubia se encaprichó;

150

de balde el Dotor clamó
por que no lo desairara.
Cansao ya de redetirse
le contó al Demonio el caso;
pero él le dijo: -"amigaso

155

no tiene porqué afligirse:
Si en el beile no ha alcanzao
el poderla arrocinar,
deje: le leemos de buscar
la güelta por otro lao.

160

Y mañana, a más tardar,
gozará de sus amores,
que a otras, mil veces mejores,
las he visto cabrestiar."
¡Balsa general! gritó

165

el bastonero mamao;
pero en esto el cortinao
por segunda vez cayó.
Armemos un cigarrillo
si le parece...
-¡Pues no!

170

-Tome el naco, piqueló,
usté tiene mi cuchillo.


 IV -

Ya se me quiere cansar
el flete de mi relato...
-Priendalé güasca otro rato:
recién comienza a sudar.
-No se apure: aguardesé:

5

¿Como anda el frasco?
-Tuavía
hay con que hacer medio día:
ahí lo tiene, priendalé.
-¿Sabe que este giñebrón
no es para beberlo solo?

10

Si alvierto traigo un chicholo
o un cacho de salchichón.
-Vaya, no le ande aflojando
dele trago y domeló,
que a reíz de las carnes yo

15

me lo estoy acomodando.
-¿Que tuavía no ha almorzao?
-Ando en ayunas Don Pollo;
porque ¿a qué contar un bollo
y un cimarrón aguachao?

20

Tenía hecha la intención
de ir a la fonda de un gringo
después de bañar el pingo...
-Pues vámonos del tirón.
-Aunque ando medio delgao

25

Don Pollo, no le permito
que me merme ni un chiquito
del cuento que ha comenzao.
-Pues, entonces, allá va:
otra vez el lienzo alzaron

30

y hasta mis ojos dudaron,
lo que vi... ¡barbaridá!
¡Qué quinta! ¡Virgen bendita!
¡Viera amigaso el jardín!
Allí se vía el jazmín,

35

el clavel, la margarita.
El toronjil, la retama,
y hasta estuatas, compañero,
al lao de esa, era un chiquero
la quinta de Don Lezama.

40

Entre tanta maravilla
que allí había, y medio a un lao,
habían edificao
una preciosa casilla.
Allí la rubia vivía

45

entre las flores como ella,
allí brillaba esa estrella
que el pobre Dolor seguía.
Y digo pobre Dotor,
porque pienso, Don Laguna,

50

que no hay desgracia ninguna
como un desdichao amor.
-Puede ser; pero, amigaso,
yo en las cuartas no me enriedo
y en un lance, en que no puedo,

55

hago de mi alma un cedaso.
Por hembras yo no me pierdo:
la que me empaca su amor,
pasa por el cernidor
y... si te vi, no me acuerdo.

60

Lo demás, es calentarse
el mate al divino ñudo...
-¡Feliz quien tenga ese escudo
con que poder reguardarse!
Pero usté habla, Don Laguna,

65

como un hombre que ha vivido
sin haber nunca querido
con alma y vida a ninguna.
Cuando un verdadero amor
se estrella en una alma ingrata,

70

más vale el fierro que mata
que el fuego devorador.
Siempre ese amor lo persigue
a donde quiera que va:
es una fatalidá

75

que a todas partes lo sigue.
Si usté en su rancho se queda,
o si sale para un viaje,
es de balde: no hay paraje
ande olvidarla usté pueda.

80

Cuando duerme todo el mundo,
usté, sobre su recao,
se da güeltas, desvelao,
pensando en su amor projundo.
Y si el viento hace sonar

85

su pobre techo de paja,
cree usté que es ella que baja
sus lágrimas a secar.
Y si en alguna lomada
tiene que dormir, al raso,

90

pensando en ella, amigaso,
lo hallará la madrugada.
Allí acostao sobre abrojos,
o entre cardos, Don Laguna,
verá su cara en la luna,

95

y en las estrellas, sus ojos.
¿Que habrá que no le recuerde
al bien de su alma querido,
si hasta cree ver su vestido
en la nube que se pierde?

100

Asina sufre en la ausiensia
quien sin ser querido quiere:
aura verá como muere
de su prenda en la presencia.
Si enfrente de esa deidá

105

en alguna parte se halla,
es otra nueva batalla
que el pobre corazón da.
Si con la luz de sus ojos
le alumbra la triste frente,

110

usté, Don Laguna, siente
el corazón entre abrojos.
Su sangre comienza a alzarse
a la cabeza en tropel,
y cree que quiere esa cruel

115

en su amargura gozarse
Y si la ingrata le niega
esa ligera mirada,
queda su alma abandonada
entre el dolor que la aniega.

120

Y usté firme en su pasión...
Y van los tiempos pasando,
un hondo surco dejando
en su infeliz corazón.
-Güeno amigo: así será,

125

pero me ha sentao el cuento...
-¡Que quiere! Es un sentimiento...
tiene razón: allá va:-
Pues, señor, con gran misterio,
traindo en la mano una cinta,

130

se apareció entre la quinta
el sonso de Don Silverio.
Sin duda alguna saltó
las dos zanjas de la güerta,
pues esa noche su puerta

135

la mesma rubia cerró.
Rastriándolo se vinieron
el Demonio y el Dotor,
y tras del árbol mayor
a aguaitarlo se escondieron.

140

Con las flores de la güerta
y la cinta, un ramo armó
Don Silverio, y lo dejó
sobre el umbral de la puerta.
-¡Que no cairle una centella!

145

-¿A quién? ¿Al sonso?
-¡Pues digo!...
¡Venir a osequiarla, amigo,
con las mesmas flores de ella!
-Ni bien acomodó el guacho,
ya rumbió...
-¡Miren que hazaña!

150

¡Eso es ser más que lagaña
y hasta da rabia, caracho!
-El Diablo entonces salió
con el Dotor, y le dijo:
"Esta vez priende de fijo

155

la vacuna, crealó."
Y el capote haciendo a un lao,
desenvainó allí un baulito,
y jue y lo puso juntito
al ramo del abombao.

160

-No me hable de ese mulita:
¡Qué apunte para una banca!
¿A que era mágica blanca
lo que trajo en la cajita?
-Era algo más eficás

165

para las hembras, cuñao,
¡verá si las ha calao
de lo lindo Satanás!
Tras del árbol se escondieron
ni bien cargaron la mina,

170

y más que nunca, divina,
venir a la rubia vieron.
La pobre, sin alvertir,
en un banco se sentó,
y un par de medias sacó

175

y las comenzó a surcir.
Cinco minutos, por junto,
en las medias trabajó,
por lo que carculo yo
que tendrían sólo un punto.

180

Dentró a espulgar a un rosal,
por la hormiga consumido,
y entonces jue cuando vido
caja y ramo en el umbral.
Al ramo no le hizo caso,

185

enderezó a la cajita,
y sacó... ¡Virgen bendita!...
¡Viera que cosa, amigaso!
¡Qué anillo! ¡Qué prendedor!
¡Qué rosetas soberanas!

190

¡Qué collar! ¡Qué caravanas!
-¡Vea al Diablo tentador!
-¿No le dije Don Laguna?
La rubia allí se colgó
las prendas, y apareció

195

más platiada que la luna.
En la caja Lucifer
había puesto un espejo...
-¿Sabe que el Diablo, canejo,
la conoce a la mujer?

200

-Cuando la rubia gastaba
tanto mirarse, la luna,
se apareció Don Laguna,
la vieja que la cuidaba.
¡Viera la cara, cuñao,

205

de la vieja, al ver brillar
como reliquias de altar
las prendas del condenao!
"¿Diaonde este lujo sacás?"
La vieja, fula, decía,

210

cuando gritó: -"¡Avemaría!"
en la puerta, Satanás.
-"¡Sin pecao! ¡Dentre señor!"
-"¿No hay perros?" "-¡Ya los ataron!"
Y ya tamién se colaron

215

el Demonio y el Dotor.
El Diablo allí comenzó
a enamorar a la vieja,
y el Dotorcito a la oreja
de la rubia se pegó.

220

-¡Vea al Diablo haciendo gancho!
-El caso jue que logró
reducirla, y la llevó
a que le amostrase un chancho.
-¿Por supuesto, el Dotorcito

225

se quedó allí mano a mano?
-Dejuro, y ya verá hermano
la liendre que era el mocito.
Corcobió la rubiecita
pero al fin se sosegó,

230

cuando el Dotor le contó
que él era el de la cajita.
Asigún lo que presumo,
la rubia aflojaba laso,
porque el Dotor, amigaso,

235

se le quería ir al humo.
La rubia lo malició
y por entre las macetas,
le hizo unas cuantas gambetas
y la casilla ganó.

240

El Diablo tras de un rosal,
sin la vieja apareció...
-¡A la cuenta la largó
jediendo entre algún maizal!
-La rubia, en vez de acostarse,

245

se lo pasó en la ventana,
y allí aguardó la mariana
sin pensar en desnudarse.
Ya la luna se escondía,
y el lucero se apagaba,

250

y ya tamién comenzaba
a venir clariando el día.
¿No ha visto usté de un yesquero
loca una chispa salir,
como dos varas seguir

255

y de ahí perderse, aparcero?
Pues de ese modo, cuñao,
caminaban las estrellas
a morir, sin quedar de ellas
ni un triste rastro borrao.

260

De los campos el aliento
como sahumerio venía,
y alegre ya se ponía
el ganao en movimiento.
En los verdes arbolitos

265

gotas de cristal brillaban,
y al suelo se descolgaban
cantando los pajaritos.
Y era, amigaso, un contento
ver los junquillos doblarse,

270

y los claveles cimbrarse
al soplo del manso viento.
Y al tiempo de reventar
el botón de alguna rosa,
venir una mariposa,

275

y comenzarlo a chupar.
Y si se pudiera al cielo
con un pingo comparar,
tamién podría afirmar
que estaba mudando pelo.

280

-¡No sea bárbaro, canejo!
¡Que comparancia tan fiera!
-No hay tal: pues de saino que era
se iba poniendo azulejo.
¿Cuando ha dao un madrugón

285

no ha visto usté, embelesao,
ponerse blanco-azulao
el más negro ñubarrón?
-Dice bien, pero su caso
se ha hecho medio empacador...

290

-Aura viene lo mejor
pare la oreja, amigaso.
El Diablo dentró a retar
al Dotor, y entre el responso
le dijo: -"¿Sabe que es sonso?

295

¿Pa qué la dejó escapar?"
"Ahí la tiene en la ventana:
"por suerte no tiene reja,
"y antes que venga la vieja
"aproveche la mañana."

300

Don Fausto ya atropelló
diciendo: -"¡basta de ardiles!"
La cazó de los cuadriles
y ella... ¡tamién lo abrazó!
-¡Oiganlé a la dura!
-En esto...

305

Bajaron el cortinao
alcance el frasco, cuñao,
-Agatas le queda un resto.

- V -

-Al rato el lienzo subió
y deshecha y lagrimiando,
contra una máquina hilando
la rubia se apareció.
La pobre dentró a quejarse

5

tan amargamente allí,
que yo a mis ojos sentí
dos lágrimas asomarse.
-¡Qué vergüenza!
-Puede ser:
pero, amigaso, confiese

10

que a usté tamién lo enternece
el llanto de una mujer.
Cuando a usté un hombre lo ofiende,
ya sin mirar para atrás,
pela el flamenco y ¡sas! ¡tras!

15

dos puñaladas le priende.
Y cuando la autoridá
la partida le ha soltao,
usté en su overo rosao
bebiendo los vientos va.

20

Naides de usté se despega
porque se haiga desgraciao,
y es muy bien agasajao
en cualquier rancho a que llega.
Si es hombre trabajador,

25

ande quiera gana el pan:
para eso con usté van
bolas, lazo y maniador.
Pasa el tiempo, vuelve al pago,
y cuanto más larga ha sido

30

su ausiencia, esté es recebido
con más gusto y más halago.
Engaña usté a una infeliz,
y para mayor vergüenza,
va y le cerdea la trenza

35

antes de hacerse perdiz.
La ata, si le da la gana,
en la cola de su overo,
y le amuestra al mundo entero
la trenza de ña Julana.

40

Si ella tuviese un hermano,
y en su rancho miserable
hubiera colgao un sable,
juera otra cosa, paisano.
Pero sola y despreciada

45

en el mundo ¿qué ha de hacer?
¿A quién la cara volver?
¿Ande llevar la pisada?
Soltar al aire su queja
será su solo consuelo,

50

y empapar con llanto el pelo
del hijo que usté le deja.
Pues ese dolor projundo
a la rubia la secaba,
y por eso se quejaba

55

delante de todo el mundo.
Aura, confiese, cuñao,
que el corazon más calludo,
y el gaucho más entrañudo,
allí habría lagrimiao.

60

-¿Sabe que me ha sacudido
de lo lindo el corazón?
Vea sinó el lagrimón
que al oírlo se me ha salido...
--¡Oiganlé!...
-Me ha redotao:

65

no guarde rencor amigo...
-Si es en broma que le digo...
-Siga su cuento, cuñao.
-La rubia se arrebozó
con un pañuelo cenisa,

70

diciendo que se iba a misa
y puerta ajuera salió.
Y crea usté lo que guste
porque es cosa de dudar...
¡Quién había de esperar

75

tan grande desbarajuste!
Todo el mundo estaba ajeno
de lo que allí iba a pasar,
cuando el Diablo hizo sonar
como un pito de sereno.

80

Una iglesia apareció
en menos que canta un gallo...
-¡Vea si dentra a caballo!
-Me larga, creameló.
Creo que estaban alzando

85

en una misa cantada,
cuando aquella desgraciada
llegó a la puerta llorando.
Allí la pobre cayó
de rodillas sobre el suelo,

90

alzó los ojos al cielo,
y cuatro credos rezó.
Nunca he sentido más pena
que al mirar a esa mujer:
amigo: aquello era ver

95

a la mesma Magdalena.
De aquella rubia rosada,
ni rastro había quedao
era un clavel marchitao,
una rosa deshojada.

100

Su frente, que antes brilló
tranquila, como la luna,
era un cristal, Don Laguna,
qué la desgracia enturbió.
Ya de sus ojos hundidos

105

las lágrimas se secaban,
y entre-temblando rezaban
sus labios descoloridos.
Pero el Diablo la uña afila,
cuando está desocupao,

110

y allí estaba el condenao
a una vara de la pila.
La rubia quiso dentrar
pero el Diablo la atajó,
y tales cosas le habló

115

que la obligó a disparar.
Cuasi le da el acidente
cuando a su casa llegaba
la suerte que le quedaba
en la vedera de enfrente.

120

Al rato el Diablo dentró
con Don Fausto, muy del brazo,
y una guitarra, amigazo,
ahí mesmo desenvainó.
-¿Qué me dice amigo Pollo?

125

-Como lo oye, compañero
el Diablo es tan guitarrero
como el paisano más criollo.
El sol ya se iba poniendo,
la claridá se ahuyentaba,

130

y la noche se acercaba
su negro poncho tendiendo.
Ya las estrellas brillantes
una por una salían,
y los montes parecían

135

batallones de gigantes.
Ya las ovejas balaban
en el corral prisioneras,
y ya las aves caseras
sobre el alero ganaban.

140

El toque de la oración
triste los aires rompía,
y entre sombras se movía
el crespo sauce llorón.
Va sobre la agua estancada

145

de silenciosa laguna,
al asomarse, la luna,
se miraba retratada.
Y haciendo un extraño ruido
en las hojas trompezaban

150

los pájaros que volaban
a guarecerse en su nido.
Ya del sereno brillando
la hoja de la higuera estaba,
y la lechuza pasaba

155

de trecho en trecho chillando.
La pobre rubia, sin duda,
en llanto se deshacía,
y rezando a Dios pedía
que le emprestase su ayuda.

160

Yo presumo que el Dotor,
hostigao por Satanás,
quería otras hojas más
de la desdichada flor.
A la ventana se arrima

165

y le dice al condenao:-
"Dele no más sin cuidao
aunque reviente la prima."
El Diablo agatas tocó
las clavijas, y al momento

170

como una arpa el istrumento
de tan bien templao sonó.
-Tal vez lo traiba templao
por echarla de baquiano...
-Todo puede ser hermano,

175

pero ¡óyese al condenao!
Al principio se florió
con un lindo bordoneo,
y en ancas de aquel floreo
una décima cantó.

180

No bien llegaba al final
de su canto, el condenao,
cuando el Capitán, armao,
se apareció en el umbral.
-Pues yo en campana lo hacía...

185

-Daba la casualidá
que llegaba a la ciudá
en comisión, ese día.
-Por supuesto hubo fandango...
-La lata ahí no más peló,

190

y al infierno le aventó
de un cintarazo el changango.
-¡Lindo el mozo!
-¡Pobrecito!...
-¿Lo mataron?
-Ya verá
peló un corbo el Dotorcito,

195

y el Diablo... ¡barbaridá!
Desenvainó una espadita
como un viento, lo embasó,
y allí no más ya cayó
el pobre...
-¡Ánima bendita!

200

-A la trifulca y al ruido
en montón la gente vino...
-¿Y el Dotor y el asesino?
-Se habían escabullido.
La rubia tamién bajó

205

y viera aflición, paisano,
cuando el cuerpo de su hermano
bañao en sangre miró.
Agatas medio alcanzaron
a darse una despedida,

210

porque en el cielo, sin vida,
sus dos ojos se clavaron.
Bajaron el cortinao,
de lo que yo me alegré...
-Tome el frasco, priendalé.

215

-Sirvasé no más cuñao.

- VI -

-¡Pobre rubia! Vea usté
cuanto ha venido a sufrir
se le podía decir
¡Quién te vido y quien te ve!
-Ansí es el mundo, amigaso:

5

nada dura, Don Laguna,
hoy nos ríe la fortuna,
mañana nos da un guascaso.
Las hembras, en mi opinión,
train un destino más fiero,

10

y si quiere, compañero,
le haré una comparación.
Nace una flor en el suelo,
una delicia es cada hoja,
y hasta el rocio la moja

15

como un bautismo del cielo.
Allí está ufana la flor
linda, fresca y olorosa
a ella vá la mariposa,
a ella vuela el picaflor.

20

Hasta el viento pasajero
se prenda al verla tan bella,
y no pasa por sobre ella
sin darle un beso primero.
¡Lástima causa esa flor

25

al verla tan consentida!
Cree que es tan larga su vida
como fragante su olor.
Nunca vio el rayo que raja
a la renegrida nube,

30

ni ve al gusano que sube,
ni al fuego del sol que baja.
Ningún temor en el seno
de la pobrecita cabe,
pues que se amaca, no sabe,

35

entre el fuego y el veneno.
Sus tiernas hojas despliega
sin la menor desconfianza,
y el gusano ya la alcanza...
y el sol de las doce llega...

40

Se va el sol abrasador,
pasa a otra planta el gusano,
y la tarde... encuentra, hermano,
el cadáver de la flor.
Piense en la rubia cuñao,

45

cuando entre flores vivía,
y diga si presumía
destino tan desgraciao.
Usté que es alcanzador
afijesé en su memoria,

50

y diga: ¿es igual la historia
de la rubia y de la flor?
-Se me hace tan parecida
que ya más no puede ser.
-Y hay más: le falta que ver

55

a la rubia en la crujida.
-¿Qué me cuenta? ¡Desdichada
-Por última vez se alzó
el lienzo, y apareció
en la cárcel encerrada.

60

-¿Sabe que yo no colijo
el porqué de la prisión?
-Tanto penar, la razón
se le jue, y lo mató al hijo.
Ya la habían sentenciao

65

a muerte, a la pobrecita,
y en una negra camita
dormía un sueño alterao.
Ya redoblaba el tambor,
y el cuadro ajuera formaban,

70

cuando al calabozo entraban
el Demonio y el Dotor.
-¡Veanló al Diablo si larga
sus presas así no más!
¿A que anduvo Satanás

75

hasta oír sonar la descarga?
-Esta vez se le chingó
el cuete, y ya lo verá...
-Priendalé al cuento que ya
no lo vuelvo a atajar yo.

80

-Al dentrar hicieron ruido,
creo que con los cerrojos;
abrió la rubia los ojos
y allí contra ella los vido.
La infeliz ya trastornada,

85

a causa de tanta herida,
se encontraba en la crujida
sin darse cuenta de nada.
Al ver venir al Dotor,
ya comenzó a disvariar,

90

y hasta le quiso cantar
unas décimas de amor.
La pobrecita soñaba
con sus antiguos amores,
y creía mirar sus flores

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en los fierros que miraba.
Ella creía que como antes,
al dir a regar su güerta,
se encontraría en la puerta
una caja con diamantes.

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Sin ver que en su situación
la caja que la esperaba,
era la que redoblaba
antes de la ejecución.
Redepente se afijó

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en la cara de Luzbel:
sin duda al malo vio en él,
porque allí muerta cayó.
Don Fausto al ver tal desgracia,
de rodillas cayó al suelo,

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y dentró a pedir al cielo
la recibiese en su gracia.
Allí el hombre arrepentido
de tanto mal que había hecho,
se daba golpes de pecho

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y lagrimiaba aflijido.
En dos pedazos se abrió
la paré de la crujida,
y no es cosa de esta vida
lo que allí se apareció.

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Y no crea que es historia:
yo vi entre una nubecita,
la alma de la rubiecita
que se subía a la gloria.
San Miguel, en la ocasión,

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vino entre nubes bajando
con su escudo, y revoliando
un sable tirabuzón.
Pero el Diablo, que miró
el sable aquel y el escudo,

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lo mesmito que un peludo
bajo la tierra ganó.
Cayó el lienzo finalmente
y ahí tiene el cuento contao...
-Prieste el pañuelo cuñao:

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me está sudando la frente.
Lo que almiro es su firmeza
al ver esas brujerías.
-He andao cuatro o cinco días
atacao de la cabeza.

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-Ya es güeno dir ensillando...
-Tome ese último traguito
y eche el frasco a ese pocito
para que quede boyando.
Cuando los dos acabaron

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de ensillar sus parejeros,
como güenos compañeros,
juntos al trote agarraron.
En una fonda se apiaron
y pidieron de cenar:

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cuando ya iban a acabar,
Don Laguna sacó un rollo
diciendo: -"El gasto del Pollo
de aquí se lo han de cobrar."

 

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