julio 31, 2011

De Vuelta (febrero 6 de 1898) ELIAS REGULES

En la verde inmensidad

Quedan los ayes grabados

Y ranchos abandonados

Lloran su cruel soledad.

La amargura fatalidad

Posa su garra pesada

Dejando senda marcada,

Entre zarzales y abrojos

Con rastros tibios y rojos

De la sangre derramada.



Pero, el iris aparece

Con majestad corpulenta,

Palpa su fin la tormenta,

Pierde vigor y fallece.

Un anhelo reverdece,

No se le puede olvidar;

Y al sentírsele vibrar,

Besando las banderolas

Para volver al hogar.



Así, Juan Pérez, soldado

De brava caballería,

Va en un moro de su cría

Rumbo al ranchito soñado.

Marcha, se acerca templado

Divisa con sus miradas

Las tranquilas hondonadas

De las costas de Marincho;

Y el moro lanza en un relincho

Con las orejas paradas



Galopa. Ya está cercano

El gozo que lo recrea,

Sujeta el flete, se apea

Y queda mudo el paisano.

En su semblante serrano

No muestra duelo ni palma,

Pero al buscarse la calma

Que lo consuele y reintegre,

Traga una lágrima alegre

Que la recoge en el alma.



Fue a combatir como bueno

Por sus puras convicciones,

Estrangulando afecciones

Que conservan en su seno

Cargo resuelto y sereno

Sin jamás retroceder;

Y jugó todo su haber,

Vendió sus horas felices,

Para ganar cicatrices

Al cumplir con su deber.



¡Pobre gaucho! - ¡Si al sacar

su sable por su bandera,

fuese algo más que escalera

donde otros van á pisar!

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Los que lo saben buscar

Para hacer una patriada,

Sepan que aquella carnada

Suculenta y desprendida

Tiene una choza querida

Que no la cambia por nada.

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