julio 28, 2012

LEYENDA DE LA PICADA DEL VIRARO.

Se llamaba Juan José;
desorejao, que lloraba!
Naide lo vio tener sé
sino de giniebra, o caña.

Contrabandista mentao;
cuatrero, de la pior laya!
y tenía una habildá
pa floriar una baraja,
que había que ser medio bicho
pa descubrirle las marcas.

Muy liberal pal cuchillo!
Guapetón p'hacer pat'ancha.
El jué el qu'inventó, vistiar
"a vintén la puñalada".

En el pago le pusieron
Juan "el diablo";
y le cuadraba!

Er'alto; di ojos rasgaos;
di a ratos, en la mirada
tenía una luz amarilla
de yaguareté, y dos alas
de cuervo sobre los ojos
como una negra amenaza!

Tenía una madre de güena
...Tuito el pago l'apreciaba.

Jué piona, jué lavandera...
la vejez l'halló cansada.

Tan fiera la pobrecita,
de pelo blanco, encorvada,
se parecía a un arbolito
ámanecido en escarcha.

Juan "el diablo", la quería
más que a su poncho y su daga;
pero... pa no dar que hablar...
a dijustos la mataba!

No tenía cruz en el mate
ese cristiano:
palabra!

II

Dicen que golvió una noche,
dispués de una ausencia larga,
porque tení un trabajito
muy rendidor: de capanga;
y halló a la pobre boquiando
tendida en su catre'e guascas:

"Mire m'hijo: es Viernes Santo;
mandinga anda suelto, y clama
que ande quiera que m'entierren,
antes de rayar el alba
me güelve a desenterrar
pa vengarse 'e sus judiadas.

Dice que usté es un bandido,
que li anda robando fama;
...no me deja bienmorir
sacudiéndome las patas!

Cuando muera, haga el favor;
lléveme hasta la picada,
me sube en el viraró,
más arriba'e la resaca,
y no me ha de dejar sola
hasta que no raye'l alba".

De golpe, dentró a temblar;
le gorgotió la garganta;
como apartando visiones
en el aire, manotiaba;
y un repente, se quedó
con las vistas como latas!

"El diablo" l'amortajó
con una cubija parda;
dispués, le cerró los ojos
con dos monedas de plata,
y la retobó en el cuero
de la puerta pa' llevarla.

Salió y ensilló caballo;
terció la muerta en el anca,
y empinando bien el chifle
como quien toca "a la carga",
cortó rumbo al trotecito
derecho pa' la picada!

I I I

Lo que en el monte pasó,
sólo se sabe por cábulas.

Que mandinga concurrió,
está claro como'l agua:
Pedro Cruz, el rastriador,
siguiendo las rastrilladas,
halló entre las revoleras
güeyas patentes de cabra;
carcula que se toparon,
la cosa jué ramiada,
y comenta la custión
más o menos d'esta laya:

"Juan vino hasta el viraró;
pasó el lazo por la rama,
y a la cincha de su flete
jué subiendo a la finada;
dejó el caballo cinchando,
trepó, y la ató bien atada
con todito el maniador
pa' que no se refalara;

soltó el lazo y se abajó:
ni bien asentó las patas,
se topó con que mandinga
fierro en mano lo esperaba!
(Dios me despeje el camino
pa gastar las alpargatas!)
Pero Juan ni titubió:
l'echó el poncho por la cara,
y a'i nomás, de un solo saque
lo arrempujó a punta y hacha!

(Velay mandinga, afligido
menudiando las cuerpiadas!)

"Pero dejuro; con todo
mandinga tenía ventajas:
medio ducho en malas artes,
de golpe se transformaba,
ya en chalchal, ya en coronilla,
o en blanquillo, molle, o tala;

Pero Juan no le dab'alce:
meniando fierro avanzaba,
y el monte se diba abriendo
como el pasto a la guadaña!"

(...Carculen lo que habrá sido!
Dicen que hasta treinta cuadras
llegaban los alaridos
y el ruidaje de las armas!)

Del resto, yo soy testigo:
(Llegué cuando ya aclaraba.)
Bien alto, en el viraró,
vi el cuerpo de la finada;
tuito el monte alrededor
estaba talao a daga!

Sólo quedó un tala en pie,
cribadito a puñaladas;
pero tenía las espinas
tintas en sangre del taita;

y Juan contra el viraró,
apoyadas las espaldas,
estaba... (líbreme Dios!)
muerto, y haciéndole guardia!....

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