La génesis
del caballo criollo de las llanuras del Plata se atribuye generalmente a la
introducción que realizó Don Pedro de Mendoza en la primera fundación de
Buenos Aires en 1535, mencionándose en sus capitulaciones de 1534 con el rey
Carlos V la obligación de traer 100 yeguas y caballos, registrándose su partida
con solo 72 según Ulrico Schmidl y existiendo la mención del padre Rivadanevra,
que fueron sólo 42 las aportadas en ese viaje.
Casi
contemporáneamente, en 1541, Alvar Núñez Cabeza de Vaca había llevado caballos a
Asunción del Paraguay y Diego de Rojas y Nuñez de Prado trasladó caballos desde
el Perú hasta el territorio de la actual provincia de Tucumán, en el Noroeste
argentino. Producida la despoblación de la primera fundación de Buenos Aires,
transcurrieron casi cuarenta años hasta que en 1580 don Juan de Garay intenta
con éxito la segunda y definitiva repoblación de la ciudad desde Asunción del
Paraguay.
Garay había
recibido informes para esa época que existían numerosas caballadas vagando en
libertad en las cercanías de Buenos Aires. Como no podía ofrecer a los nuevos
pobladores ni oro ni plata ni encomiendas de indios en una tierra casi
desértica, cubierta solo de pastos y sin ningún bosque, pidió a su superior, el
adelantado Juan Torres de Vera y Aragón, “hacer merced a los nuevos pobladores,
del ganado caballuno abandonado por Don Pedro”.
Torres de
Vera y Aragón debía muchos favores a Garay, para discutirle unos pocos caballos,
por lo que accedió al pedido. Luego, los pobladores encontraron más caballos que
los pensados y obtuvieron del Consejo de lndias (1591) que se los eximiera del
diezmo real que hubiera correspondido si hubieran sido salvajes, es decir,
autóctonos, lo que obtuvieron iniciándose así la captura de los que cayeron bajo
sus lazos y corrales, los demás se dispersaron. Muerto Garay, Torres de Vera y
Aragón reclamó las caballadas para sí, al conocer su número, por ser producto de
la tierra”.
A él le
convenía que se revisara la teoría que los consideraba caballos abandonados,
abogando por su carácter natural, extremo que nunca pudo ser probado. Los
caballos de Mendoza, más los que luego se dispersaron desde el Paraguay y
Tucumán, son el origen de las grandes manadas de caballos salvajes que a fines
del siglo XVIII asombraban a los viajeros, y que los pobladores locales
denominaban genéricamente como "baguales".
Fuentes: Todo es Historia Nro. 396 Nota de Fernando Romero
Carranza
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