EL CABALLO ES ADOPTADO POR EL INDIO: La
disponibilidad de grandes cantidades de caballos afectó de distinta forma a los
españoles, criollos, mestizos e indios. Para los criollos y españoles, en buena
situación económica, significaron más riqueza y un buen medio de transporte;
para los mestizos y peones de raza blanca, el caballo ofreció el escape al
trabajo de la estancia o del pueblo, para poder irse libremente a vivir en la
pampa, como quisieran, formando un grupo que tuvo importancia en el desarrollo
social argentino.
Los
primeros indios que se encontraron con los equinos que quedaron en la expedición
de Mendoza, aprendieron a amansarlos, y de esa unión hombre-caballo resultó una
poderosa combinación que implicó una revolución de las estructuras sociales,
políticas y económicas de los nativos de la pampa y de los araucanos que
llegarían de Chile.
En el
período anterior al conocimiento del caballo, el hábitat de los aborígenes era
reducido a consecuencia de la falta de movilidad. Durante el período ecuestre,
gracias a aquél, el territorio se agrandó enormemente y las técnicas de caza se
perfeccionaron, con el rodeo de los animales salvajes.
En la
guerra se reemplazó el arco y la flecha por la lanza y se usaron armaduras de
cuero de equino. Las actividades económicas se convirtieron en predadoras,
porque se basaron en el robo de ganado. El rol de la mujer cambió
fundamentalmente al ser liberada del transporte de enseres, para dedicarse al
grupo familiar y los trabajos en los toldos. La alimentación cambió haciéndose
en base a la carne del equino. Y algo muy importante: el incomparable
adiestramiento de sus caballos les permitió tener grandes ventajas cuando
hubieron de enfrentarse con los cristianos. Veamos con más detalle lo que
sucedió con este conjunto de comunicaciones culturales que se conoce como
«complejo ecuestre» o «complejo del caballo».
El español
llegó al Río de la Plata con un elemento valioso para la guerra: el caballo.
Este animal causó espanto entre los indígenas, hasta que se acostumbraron a
pelear con los europeos; entonces, tomándolo de las riendas hacen caer al
jinete, pero para llegar a esto pierden muchas vidas.
El coronel
Wlather dice en su libro La conquista del desierto: «Antes de la introducción
del caballo en las pampas, andaban y combatían a pie, pero cuando adaptaron el
cuadrúpedo a sus costumbres, se convirtieron en habilísimos jinetes,
transformando a los equinos en valiosos auxiliares para la guerra. Ello les
permitió ganar movilidad y rapidez de acción en sus correrías».
Sobre los
caballos de los indios de la pampa, una de las primeras referencias se encuentra
en lo que escribiera el virrey Ceballos en 1777, al referirse al plan que quiso
poner en práctica contra los enclaves indígenas. Allí dice: «Yo medito que se
haga una entrada general en la vasta extensión a donde se retiran y tienen su
madriguera estos bárbaros, favorecidos en la gran distancia y en la ligereza y
abundante provisión de caballos de que están provistos».
Un párrafo
de la memoria del virrey Vértiz, a su sucesor el marqués de Loreto, escrito en
1784, explica: «(...) Que los indios forman cuerpos errantes, sin población
ni habitación determinada; que carecen de todos los bienes de fortuna, que no
aprecian comodidades; que se alimentan de yeguas y otros animales distintos de
los que usamos nosotros (...)>>.
Está claro,
por lo que escriben los virreyes, que en la segunda mitad del siglo XVIII era
bien conocido que los indios disponían de muchos y buenos montados, y que se
alimentaban con carne de yegua. Con respecto a la forma como amansó el caballo
el indio, y como lo entrenó para la lucha, se ha escrito mucho, por lo que a
continuación sólo nos referiremos a los autores que expresaron mejor esa
habilidad, recordando que para varios entendidos en la materia, aquél superó al
gaucho en ese aspecto.
El capitán
F.B. Head, en su libro Las Pampas y los Andes, escribe al respecto:
«Los gauchos, que son magníficos jinetes, declaran todos que es imposible correr
con un indio, porque los caballos de los indios son mejores que los suyos, y
también que tienen una forma de impulsarlos por medio de gritos y de movimientos
peculiares de sus cuerpos, que, aun si cambiaran los caballos, los indios
ganarían». Martiniano Leguizamón hizo notar por su parte que «el indio
fue el maestro del gaucho en el manejo del lazo y de las boleadoras».
Lucio V.
Mansilla escribió: «Los indios no echaron pie a tierra. Tienen ellos la
costumbre de descansar sobre el lomo del caballo. Se echan como en una cama.
haciendo cabecera del pescuezo del animal, y extendiendo las piernas cruzadas en
las ancas, así permanecen largo rato, horas enteras a veces. Ni para dar de
beber se apean; sin desmontarse sacan el freno y lo ponen. El caballo del indio,
además de ser fortísimo, es mansísimo. ¡Duerme el indio!, no se mueve. ¡Está
ebrio", le acompaña a guardar el equilibrio. ¡Se apea y le baja la rienda", allí
se queda. ¡Cuánto tiempo", todo el día. Si no lo hace es castigado de modo que
entienda por qué. Es raro encontrar un indio que use manea, traba, bozal y
cabestro. Si alguno de esos útiles lleva, de seguro que anda redomoneando a un
potro, o es un caballo arisco, o enseñando a uno que ha robado en el último
malón. «El indio vive sobre el caballo, como el pescador en su barca: su
elemento es la Pampa, como el elemento de aquél es el mar. (...) Todo cuanto
tiene dará el indio en un momento crítico por un caballo.»
extraido del Blog EL CABALLO EN LA ARGENTINA
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