junio 23, 2012

Robert Cunninghame Graham Reseña

Roberto Bontine Cunningham Graham, con apenas 18 años de edad, en momentos en que comenzaba la revolución de López Jordán por junio de 1870, llegó a estos pagos (Argentina) . El viaje que inicialmente se iba a prolongar unos meses, culminó cuando Cunningham tenía 30 años.
Se radicó en un campo cercano a Gualeguaychú y cuando venía a la ciudad, tenía como alojamiento habitual el viejo Hotel del Vapor sito en el ángulo NO de las calles 24 de Enero y Comercio ( hoy 25 de Mayo y Mitre), que perteneció al Sr. Urtazum y luego a Lesca. La propiedad después fue del Dr. Mario García Reynoso, luego de Jorge Barel y actualmente la habita la familia Cauci.

Don Roberto, como lo llamaban, se enamoró de nuestros campos, de sus bellezas naturales y muy especialmente de los caballos. Aprendió y disfrutó de todos los oficios rurales, incluida la doma de potros. Y tanto se identificó con Gualeguaychú, que por un acto de última voluntad, en la lapida de su tumba está la marca de su hacienda registrada en esta ciudad.

Recorrió el resto de los países del continente, que describe admirablemente en sus libros y después viajó por todo el mundo. Fue muchas cosas a la vez, lo que habla de su singular personalidad: noble, dandy, gaucho, socialista, legislador, escritor, cronista, rebelde, transgresor y fundamentalmente un viajero incansable y aventurero.

Era un gran propagandista de los caballos criollos argentinos. En cierta ocasión vio en Londres cómo uno de éllos era maltratado por negarse a tirar un tranvía y en el acto lo compró. También se llevó uno de nuestras tierras al que llamó Pampa. Durante 20 años concurrió al Palacio de Westminster montando un caballo criollo, por lo que su figura se hizo emblemática en esos ámbitos. Peleó - obligado- junto a Ricardo López, Jordán; entre los bereres en Africa se hizo pasar por médico turco; en la Plaza de Trafalgar fue detenido por encabezar una revuelta. Fue un eterno defensor de los obreros, opositor a la esclavitud y a toda forma de injusticia.

Alentó a su amigo suizo Aime Tchifelly para lo que en definitiva resultara un acontecimiento de relieve mundial y una de las máximas proezas argentinas: el histórico raid con dos caballos criollos, los legendarios GATO y MANCHA. En tres años (1925-28) recorrieron 20 países y 21.500 km. partiendo de Bs. Aires y llegando a Nueva York (uno debió quedarse en México por un accidente) donde se les tributó un recibimiento apoteótico en la 5ta. Avenida -que ese día se cerró al tránsito- con gran difusión en todo el mundo.

Mucho de la repercusión de aquella hazaña, se debió a la prédica constante que desde Londres hacía Cuninngham Graham.

Ya anciano, volvió a nuestro país en 1936 y quiso conocer a Gato y Mancha. Su propietario el Sr. Emilio Solanet lo invitó entonces a visitarlos en el campo El Cardal, pero una repentina enfermedad le impidió el viaje a Don Roberto. Por tal motivo Solanet hizo los arreglos para que fueran entonces los caballos, los que visitaran a su propagandista ya muy grave ¡en el lobby del Hotel Plaza! No se pudo: llegaron cuando acababa de morir.

Al día siguiente Buenos Aires entero se volcó al cortejo que acompañaba hasta el puerto los restos del ilustre visitante. Pero muchos concurrieron también, para ver una vez más a la celebérrima escolta que acompañaba al féretro: Gato y Mancha.

La vida de este notable personaje se sintetiza en el libro de Alicia Jurado El Escocés Errante y la mayor parte de su obra -en inglés y castellano- se guarda en una vitrina especial del Instituto Magnasco.

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